Se acerca una época de cambios, lo sé, lo noto, lo puedo sentir dentro y fuera de mí. El aire está enrarecido, huele extraño. Observo los objetos de mi casa y me parecen lejanos y distantes, más que nunca...
Salgo al balcón y analizo las vistas de siempre, que ahora parecen de otro tiempo, un tiempo pretérito que no volverá. Los árboles, grandes viejos y cansados que me han visto crecer, parecen decirme un último "hasta luego" con el mecer de sus ramas. La carretera, siempre molesta y ruidosa, hoy me regala un homenaje de silencio que se agradece en este minuto de reflexión. Y cómo no, el río, mi querido río Nervión, cargado de tanta vida, como un documental de la Dos, con sus peces, ranas, patos, garzas e incluso tortugas que nadaban en zigzag... Ahora solo puedo ver al gato "Misi", cabrón vagabundo que acostumbra a maullarme para que le baje un sobre de Wiskas, el muy sibarita no acepta otro tipo de alimento...
Aun puedo ver el sitio exacto donde solía apagar los cigarrillos, hay una mancha negra que me indica el lugar, y justamente alado, está mi silla de pensar, un poco oxidada de tantos años a la intemperie.
Regreso al interior de la casa y recorro con la mirada cada uno de los rincones. Todos parecen hablarme y recordarme todas las vivencias y aventuras de mi niñez. El sofá en forma de V era mi escondite favorito, la mesa redonda del comedor que tantas veces me sirvió para zafarme de mi madre que me perseguía con la zapatilla en la mano... veo la esquina en la que un día mi hermano me escupió en la boca, quise matarle por semejante vejación.... El armario de mi padre, donde guardaba "sus cosas importantes" siempre fue el lugar prohibido de la casa... Y esos horribles cuadros, entre los que destaca mi foto de comunión,con mi sonrisa fingida y las manos en posición de rezo, ahí bien en grande y bien visible para hacerle saber a las visitas que en esta casa vive un cristiano que un día se disfrazó de Popeye...
Entro a mi cuarto y las sensaciones son aún mayores. Aquí, en este lugar, si que cada objeto tiene una historia que contar. Aquí las paredes no me hablan, me gritan!!... Cientos de libros que no volveré a leer pero que me encantaría llevármelos conmigo. Mis apuntes de la universidad, que siempre quiero quemarlos por Sanjuán, pero una vez mas, este año se me ha pasado.. quizás el próximo año. Mi colección de piedras, ya no se ni de dónde son cada una. ¿Que hago con ellas? Luego está mi querida cama orientada al norte, que es sin ninguna duda el lugar del planeta en el que más tiempo he pasado y en el que ninguna sola noche dejé de soñar....
Que sensación tan extraña es ésta de marcharse. Tengo un poco de mezcla entre miedo y emoción. Más emoción que miedo, la verdad... Me voy feliz y contento. Sé que lo mejor aún está por venir y el futuro se me tiñe de optimismo. Que maravilloso es ésto de estar vivo y que fantástica es la vida. No me cansaré nunca de dar las gracias a todos los que han tenido algo que ver en ello y por supuesto también a los que estáis aquí en este blog leyendome. Que sepáis que seguiré haciéndolo allá a donde vaya... No os vais a librar de mi.
Salgo al balcón y analizo las vistas de siempre, que ahora parecen de otro tiempo, un tiempo pretérito que no volverá. Los árboles, grandes viejos y cansados que me han visto crecer, parecen decirme un último "hasta luego" con el mecer de sus ramas. La carretera, siempre molesta y ruidosa, hoy me regala un homenaje de silencio que se agradece en este minuto de reflexión. Y cómo no, el río, mi querido río Nervión, cargado de tanta vida, como un documental de la Dos, con sus peces, ranas, patos, garzas e incluso tortugas que nadaban en zigzag... Ahora solo puedo ver al gato "Misi", cabrón vagabundo que acostumbra a maullarme para que le baje un sobre de Wiskas, el muy sibarita no acepta otro tipo de alimento...
Aun puedo ver el sitio exacto donde solía apagar los cigarrillos, hay una mancha negra que me indica el lugar, y justamente alado, está mi silla de pensar, un poco oxidada de tantos años a la intemperie.
Regreso al interior de la casa y recorro con la mirada cada uno de los rincones. Todos parecen hablarme y recordarme todas las vivencias y aventuras de mi niñez. El sofá en forma de V era mi escondite favorito, la mesa redonda del comedor que tantas veces me sirvió para zafarme de mi madre que me perseguía con la zapatilla en la mano... veo la esquina en la que un día mi hermano me escupió en la boca, quise matarle por semejante vejación.... El armario de mi padre, donde guardaba "sus cosas importantes" siempre fue el lugar prohibido de la casa... Y esos horribles cuadros, entre los que destaca mi foto de comunión,con mi sonrisa fingida y las manos en posición de rezo, ahí bien en grande y bien visible para hacerle saber a las visitas que en esta casa vive un cristiano que un día se disfrazó de Popeye...
Entro a mi cuarto y las sensaciones son aún mayores. Aquí, en este lugar, si que cada objeto tiene una historia que contar. Aquí las paredes no me hablan, me gritan!!... Cientos de libros que no volveré a leer pero que me encantaría llevármelos conmigo. Mis apuntes de la universidad, que siempre quiero quemarlos por Sanjuán, pero una vez mas, este año se me ha pasado.. quizás el próximo año. Mi colección de piedras, ya no se ni de dónde son cada una. ¿Que hago con ellas? Luego está mi querida cama orientada al norte, que es sin ninguna duda el lugar del planeta en el que más tiempo he pasado y en el que ninguna sola noche dejé de soñar....
Que sensación tan extraña es ésta de marcharse. Tengo un poco de mezcla entre miedo y emoción. Más emoción que miedo, la verdad... Me voy feliz y contento. Sé que lo mejor aún está por venir y el futuro se me tiñe de optimismo. Que maravilloso es ésto de estar vivo y que fantástica es la vida. No me cansaré nunca de dar las gracias a todos los que han tenido algo que ver en ello y por supuesto también a los que estáis aquí en este blog leyendome. Que sepáis que seguiré haciéndolo allá a donde vaya... No os vais a librar de mi.
Ci sentiamo presto!!